En la actual sociedad de consumo, de tirar lo que no nos ofrece una utilidad inmediata, donde la explotación de los recursos garantiza el acceso a casi cualquier producto con solo pensarlo, no nos damos cuenta de la cantidad de alimentos que desperdiciamos. Y es ahora, con la concienciación emergente debido al cambio climático, la pandemia, el tema de los plásticos, el uso responsable de los recursos, el cada vez más alto precio de la vida… cuando resurge un movimiento por el que las abuelas llevan años abogando: la cocina de aprovechamiento.
La cocina de aprovechamiento
O trash-cooking, que significa, de una forma quizá un pelín desacertada, ‘cocina de la basura’, es el empleo de alimentos, que han quedado de otras comidas, para hacer una nueva receta.
Lo que es utilizar las sobras de algo para hacer otro plato diferente, vamos. Como puede ser hacer croquetas con lo que resta de pollo asado, o ropa vieja con lo que queda del cocido.
Como decimos, esto es algo que has visto hacer a tu abuela y a tu madre en algún momento. Y ahora los más jóvenes también están empezando a disfrutar de las bondades de esta corriente renovada.
Con esta mentalidad, no solo aprovechamos mejor los alimentos, sino que aprendemos a resolver y crear nuevos platos sin gastar un euro de más.
¿Qué evitamos con el trash-cooking?
Para empezar, el desperdicio de comida, siendo los productos que más se benefician de la cocina de aprovechamiento, los siguientes:
- Cereales. ¿Tienes pan duro? Rállalo y aprovéchalo para empanar pollo o hacer albóndigas. O haz torrijas. ¡O un relleno!
- Pescados. Cualquier fumet se beneficiará de ello. Atrévete a hacer cosas nuevas.
- Carnes. ¡Buff! Croquetas, rellenos, sándwiches, bocadillos, tacos, quesadillas…
- Quesos. Maridan con casi cualquier cosa, prueba a echarlo en una sopa: Te encantará.
Como ves, será por opciones.
Sobre todo, piensa que este pequeño gesto, además de ayudarte a ahorrar un dinerito, contribuye a lograr un consumo sostenible: los recursos son limitados, no lo olvides.